TELETRABAJO: UN DESAFÍO Y UNA OPORTUNIDAD ANTE LA CRISIS

El origen del teletrabajo no es nuevo en nuestro sistema. Ya en los ‘70 y producto de la crisis del petróleo en Estados Unidos, Jack Nill, un prominente físico introdujo la idea de llevar el trabajo al hombre, estableciendo el concepto de “Telecommuting” como una manera de reducir costos productivos.

La situación que vivimos hoy por la pandemia es una crisis por los impactos que provoca en distintas dimensiones de la sociedad, pero nos da también una oportunidad para que empresas de los más diversos sectores de continuar con la actividad económica que tanto impacto negativo puede generar, solo comparable a una guerra.
La diferencia de los años ‘70 y ahora es, sin duda, el nivel de avance de la tecnología y el nivel de capacitación que muchos de los colaboradores poseen en virtud del nivel de profesionalización que han logrado a través de sus propias formaciones, tanto en educación técnica como superior.
Sin duda esta crisis abre una gran incertidumbre en ámbitos económicos, laborales sociales y de salud, pero también es una oportunidad desde la mirada de las personas y las unidades económicas para explorar e innovar la posibilidad de realizar el trabajo a través del propio “Home office”.
Esto también presenta desafíos, no solo de instalación en su hogar, sino además del tiempo que debe dedicar a las tareas en el espacio común con el grupo familiar, mientras que por parte de la empresa, está el desafío de la eficiencia y la moderación de gastos, así como la optimización de recursos de traslado y tiempo disponible del colaborador.
Desde los años ’90, grandes empresas norteamericanas han ido a la vanguardia con este tipo de iniciativas, incluso más que los propios europeos (Qvotrup, 1992). En este último país, ya desde los albores de 1992 comenzaron a trabajar en esto como una forma de mitigar gastos, agilizar gestión, y descongestionar instalaciones (Dvorak y Anis). Al 2010, más de 33 millones de usuarios realizaba teletrabajo en Estados Unidos, en comparación a los cerca de 10 millones en Europa.
Hoy, bajo la contingencia, las estimaciones son más auspiciosas y es posible que esta cifra se eleve exponencialmente como una manera de supervivencia de las empresas, dejando de lados las medidas de recorte de personas que generan un ciclo no virtuoso a la economía, aumentando el desempleo y reduciendo el consumo.
Mas allá de las dificultades mencionadas, y otras no contempladas en esta aproximación, el teletrabajo representa hoy una oportunidad para reinventar medios productivos y de servicios ante situaciones de crisis, cualquiera sea su origen, pero también puede y debe instalarse como una forma de disminuir otras variables tan presentes en nuestra sociedad, como la congestión, la contaminación, los costos de instalación de personas en la empresas, por una parte, y el exceso de tiempo perdido en traslados, siendo en promedio 2 a 3 horas el tiempo perdido solo en este concepto, deteriorando la calidad de vida, sin mencionar los altos índices de ausentismos y licencias médicas, muchas de ellas por aspectos mentales de estrés, que potencialmente puede ser contrastado con el teletrabajo, apoyado con plataformas afines. Las organizaciones modernas y vanguardistas deben, a través de las áreas de personas o recursos humanos, diseñar e innovar en las metodologías de trabajo eficiente y de alto impacto, sobre la calidad de vida de los colaboradores, ya que son ellos los encargados de experimentar procesos de transiciones a la hora de seguir realizando actividad económica más allá de las crisis, que cada vez parecen más frecuentes.
Lo opuesto es, sin duda, un paso a una mayor tasa de desempleo, una menor actividad económica y un deterioro a la propia estabilidad económico social de las familias. Muchas industrias que han implementado el teletrabajo, como la educación a distancia o servicios, son los indicativos más claros de que se puede ir implantando la cultura del teletrabajo.
La tecnología aplicada al teletrabajo y las plataformas de apoyo (crowdworkers) son un excelente vehículo para canalizar esta idea, en ambientes desde los más simples como Whatsapp, Skype hasta ambiente Zoom, u otras más avanzadas, permiten no solo captura a la fuerza de trabajo de la más amplia gama de edades, sino que además orienta al trabajo a objetivos claros y precisos, pero sobre todo flexibilizando tiempo y formas de ejecución. Es de esperar que la ley de teletrabajo que salga del Congreso se materialice como una realidad necesaria para esta época.
Alejandro Muci de la Fuente
Magíster en Administración de Recursos Humanos
Jefe de carrera de Ingeniería en Universidad SEK